sábado, 26 de mayo de 2007

Malvinas: así comenzó la guerra



En abril de 1982 tropas argentinas invadieron las Islas Malvinas, en poder de Gran Bretaña, desatando la mayor batalla aeronaval desde la Segunda Guerra Mundial, que se saldó con la victoria inglesa y una revolución económica en el olvidado archipiélago.
Siete buques militares de primera línea de ambas flotas hundidos, casi un centenar de cazabombarderos y helicópteros destruídos, y alrededor de 900 muertos entre ambos bandos fue el resultado de 10 semanas de combates con el telón de fondo de una fuerte inestabilidad internacional por el enfrentamiento entre Occidente y el mundo comunista, liderado por la Unión Soviética.
Para los isleños la guerra marcó un giro rotundo en sus vidas. Una economía semifeudal basada en la cría de ovejas, incorporó la pesca, el turismo, la prospección petrolera, y el PBI per cápita se multiplicó 14 veces en 25 años.
"Sin la guerra de 1982, nada de esto hubiera ocurrido", dijo a la agencia AFP el jefe de gobierno de las islas, Chris Simpkins. Antes de la invasión la población se reducía en cada avión y cada barco rumbo a Europa. Sin perspectivas, la gente emigraba. "Las islas se estaban desvaneciendo".
El general Leopoldo Galtieri había tomado a fines de 1981 el control de la dictadura que en sus seis años en el poder había dejado un saldo de 30.000 desaparecidos y una severa crisis socioeconómica.
Frente a las primeras protestas en años los generales, para ganar apoyo interno, optaron por atacar el archipiélago a 500 kilómetros de la Patagonia, que Gran Bretaña controlaba desde 1833.
La dictadura pensaba que gozaría de la protección de Estados Unidos, país con el que vivía una luna de miel desde la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca. Empeñado en lo que consideraba una cruzada anticomunista, el régimen participaba con esmero en las guerras de baja intensidad en Nicaragua y Salvador.
Es posible que Galtieri "creyera que su irresponsable acción en Malvinas iba a ser tolerada por sus jefes del Pentágono en devolución de favores por haber sido uno de los jefes de instructores en tortura y desaparición de las fuerzas contrarrevolucionarias en Centroamérica", sostiene el historiador Felipe Pigna.
Pero Washington, luego de una frustrada intervención del secretario de Estado Alexander Haig, anunció el 30 de abril el fin de la mediación y su respaldo a los pedidos de apoyo logístico británicos. Horas después los primeros bombarderos Vulcan de la Royal Air Force atacaron las islas.
El gobierno conservador de Margaret Thatcher luego de la invasión argentina había respondido organizando la mayor armada desde la Segunda Guerra Mundial con más de 120 buques, la mitad de combate.
La Task Force viajaría 15.000 kilómetros para reconquistar un archipiélago de 11.000 kilómetros cuadrados, en los límites del polo, a comienzos del invierno austral y donde subsistían apenas 1.800 isleños.
"No creo que ningún otro primer ministro desde (Winston) Churchill habría tenido el valor, los cojones, de llevar a cabo esa operación", recuerda ahora el general Jeremy Moore, jefe de las tropas terrestres británicas en la guerra y quien recibió la rendición argentina.
Pero los militares argentinos volvieron a equivocarse en el análisis. Creyeron que el envio de la Fuerza de Tareas, que zarpó el 5 de abril, era una bravuconada.
"Una vez que salieron los barcos (Thatcher) tenía que recuperar las islas. No había marcha atrás. No le quedaba otra", dijo a la AFP el entonces canciller peruano Javier Arias Stella, quien participó en primera línea de la última y frustrada mediación peruano-estadounidense, cuando los combates ya eran violentos.
Los militares argentinos, sacados violentamente de su ensueño de creerse aliados privilegiados, y caer en su papel de díscolos que iban a ser castigados, incluso amenazaron con la posiblidad de cambiar de bando, en un mundo inestable y donde la guerra fría tenía cada vez más puntos calientes.
Coquetearon con Moscú y Pekín, pidieron auxilio al Movimiento de Países No Alineados -del cual habían amenazado con retirarse- y hasta enviaron a su canciller Nicanor Costa Méndez a reunirse con Fidel Castro.
La guerra terminó con la rendición argentina el 14 de junio, y tres días después el régimen militar de Galtieri se desplomó. Su sucesor, otro general pero en retiro (Reynaldo Bignone) apenas si pudo llamar a elecciones democráticas y traspasar el poder.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lorena, me tomo el atrevimiento de hacerte una pequeña corrección: los argentinos no INVADIMOS las Islas Malvinas, las RECUPERAMOS. Uno no invade lo que es suyo, ¿no te parece?