domingo, 20 de mayo de 2007

Blackberry, un nuevo nombre para la vieja adicción al trabajo

El Blackberry es una maravilla tecnológica que combina las utilidades de un teléfono celular con la capacidad de enviar emails y leer documentos de Word y Excel. En manos de ejecutivos, puede convertirse en una refinada herramienta de adicción al trabajo...
La adicción al trabajo es, por lo menos, tan vieja como las empresas. La misma esencia inmutable fue adquiriendo distintos disfraces al compás de los avances tecnológicos.
Al principio, el adicto se quedaba hasta altas horas en la oficina (o directamente dormía allí). Con la masificación de las computadoras hogareñas y las laptops, se incrementó la facilidad para llevarse trabajo a la casa. Internet, los emails y los teléfonos celulares, abrieron nuevas fronteras para los workaholics.
Y, desde hace algunos años, la fusión de estas tecnologías en el cuerpo del Blackberry se convirtió en el sueño (o pesadilla) de todo adicto al trabajo. Con esta mini computadora con conexión a Internet, el ejecutivo puede chequear sus emails en cualquier momento y lugar. Incluso, puede leer documentos de Word y planillas de Excel los fines de semana, en el entretiempo del partido de fútbol de su hijo, en la cola del cine o donde se le ocurra.
Así, el asunto fue considerado digno de atención por parte de los investigadores de la Sloan School of Business del MIT, quizá los mayores expertos mundiales en nuevas tecnologías. En el artículo Balanced Diet presentan los resultados de una investigación de los efectos del Blackberry sobre los trabajadores de una empresa.
Hace algunos años, una administradora norteamericana de fondos de inversión decidió dar Blackberries a todos sus empleados con un noble objetivo: mejorar el balance entre vida laboral y personal.
Las características intrínsecas de la faena financiera exigían un contacto constante entre empleados y clientes (léase responder docenas de emails por día). Muchos trabajadores necesitaban conectarse desde sus hogares (incluso los fines de semana) para responder mensajes pendientes.
Entonces, la especulación del management era la siguiente: "con el Blackberry, los empleados tendrán la flexibilidad de trabajar en cualquier momento. En la cola del supermercado, en el tren, etc. Si aprovechan estos tiempos muertos para responder mensajes pendientes, cuando lleguen a sus hogares, el tiempo libre será realmente libre".
Sin embargo, los resultados fueron diametralmente opuestos. Al cabo de un tiempo, nueve de cada diez empleados confesaron ser adictos al aparato. Les resultaba imposible no revisar los emails cada cinco minutos, estuvieran donde estuvieran. Al final, el Blackberry se convirtió en una auténtica cadena virtual que terminó borrando cualquier límite entre vida personal y laboral.
Y, lo peor de todo, entre colegas de la oficina se generó una creencia de que cualquiera debía estar disponible las 24 horas del día (incluyendo los fines de semana). Todos esperaban que si enviaban un email a un colega el sábado a las 21 horas, debían recibir una respuesta para las 21:05.
Muchos hasta se quedaban conectados constantemente a sus aparatos, ignorando a las personas que estaban en la misma habitación, generando cortocircuitos en la comunicación laboral, familiar y hasta serios problemas de pareja.
En vista a estos resultados, la empresa tomó ciertas medidas contra la adicción. Por ejemplo, se prohibió el uso del aparato durante las reuniones porque los ejecutivos, en lugar de prestar atención, revisaban constantemente si habían recibido nuevos mensajes.
Y, sin embargo, cuando los investigadores del MIT pidieron a los empleados una evaluación global de la implementación de los Blackberries, éstos se despacharon con una respuesta sorpresiva. Por un lado, reconocían la difuminación de los límites entre la vida laboral y personal. Sin embargo, en última instancia, consideraban que los beneficios superaban ampliamente a las desventajas. En definitiva, se confesaban felices en su adicción.

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